Secuencia de imágenes del regreso, luego de 18 años de exilio, de Domingo Perón a Argentina en el que José Ignacio Rucci sostiene el paraguas para protegerlo de la lluvia. También se distinguen José Lopez Rega e Isabel.
Foto: Domingo Zenteno 23 noviembre 1972 (Domingo Zenteno/)Fue el peor y más doloroso fracaso de nuestro pueblo y la premonición de la desaparición de la guerrilla montonera. El General retornaba de 18 años de exilio cuando la derecha liberal asumía con dolor su eterno y reiterado fracaso. Perón le había entregado el poder a la juventud -un poder político desmesurado-, la conducción del movimiento y las principales provincias como Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, San Luis, Santa Cruz. Se trató de un salto generacional, todo el poder era de ellos. Debatimos muchos días antes acerca del palco y las circunstancias, sobre si ocuparlo o no con la policía teniendo en cuenta que para la conducción de la guerrilla todo uniformado era un enemigo. Toda la limitación mental de su ideología quedo expuesta en ese preciso momento, le dejan el palco a la derecha, concurren con carteles de montoneros, y además, para completar el grado y altura de necedad que siempre los caracterizó, van sin armas.Esa generación era la juventud que el General había elegido para que lo herede, para sucederlo y ese mismo día debió asumir que no le iban a servir para nada. La guerrilla que sentía ser el pueblo por esa misma incomprensión abandona el palco. No pudieron asumir el lugar que les regalaron, ellos tenían la soberbia de imaginar la historia como fruto natural de sus violencias.El daño que impuso el guevarismo fue ilimitado, decenas de miles de vidas entregadas a cambio de ningún logro. Perón no soportaba a los cubanos, pero se había metido en la cabeza de demasiados. El pobre Cámpora nunca entendió cómo ocupar su lugar, Solano Lima lo tenía claro pero estaba superado. En Ezeiza termina la función de Cámpora y la guerrilla abandona el poder para retornar a una deplorable idea cuyo lema repetían como loros, “el poder está en la boca del fusil”. Perón les insistía que ningún ejército podía ser derrotado por una fuerza irregular pero nunca entendieron nada. Tenían el gobierno y no lo usaron, tenían las armas y no las llevaron. Arruinaron con su soberbia el encuentro histórico entre Perón y su pueblo. La derecha tuvo sus culpas pero el poder institucional, el General se lo había entregado a la izquierda. Murieron muchos -entre ellos amigos como Beto Simona y José Luis Nell quien quedaría herido para siempre- tiempo después algún agente extranjero dará una explicación para jardín de infantes, cosa de seres sin escrúpulos. En Ezeiza se quiebra la historia de la Nación, es la limitación mental, es la limitación política, es el no entender la Historia, es esta sinrazón de creer que el poder está en la boca del fusil.Te puede interesar: A medio siglo de la masacre de Ezeiza: disparos a mansalva y la foto del hombre izado por los pelos al que todos creyeron muertoYo había discutido dos o tres días antes con Paco Urondo y varios de ellos. Las opciones estaban claras, o se enviaba a la policía o se tomaba días antes por la fuerza. Nada de eso logro respuesta. Acordamos en principio concurrir sin carteles para evitar enfrentamientos. Todo el poder era de la izquierda, pero en el palco dejaron que se instale la derecha y esto era ideológico, lo discutí, ese día y el anterior. Ellos pensaban que la derecha podía tomar el palco porque ellos eran el Pueblo, o sea Perón les dio el poder para conducir a la sociedad y ellos se imaginaron ser la multitud. Esa mañana me crucé con mi amigo Galimberti, iba con un gran cartel que decía Montoneros y estábamos en Ezeiza. Le dije que habíamos quedado en concurrir sin carteles para que no se arme un tiroteo y se rio. Éramos muy amigos, fue un gran provocador pero no le servía a la sociedad la provocación y no les sirvió a ellos tampoco.Hablé en aquel tiempo con Esteban “Bebe” Righi. Ellos tenían esa ridícula idea de que las instituciones eran enemigas, que todo uniforme era enemigo. No lograban que su conciencia superara el lugar de guerrillero hacia el de gobernante, se seguían sintiendo perseguidos cuando tenían que hacerse cargo de la sociedad. El resultado fue que los tres personajes de la conducción hoy son seres totalmente secundarios, sin trascendencia, la historia termina únicamente instalada en el dolor de las madres y de las abuelas.Perón decide echar a Cámpora, obviamente, porque ese día demostraron que no estaban en capacidad de conducir a la sociedad, que la sociedad les quedaba grande, que habían nacido para poner bombas pero no para algo trascendente.En el fondo aquel momento de movilización, donde van a caer los pocos valientes que casi sin armas se defendieron con dignidad, al ser narrados por el “agente extranjero” fue explicado como que el suceso de Ezeiza era de la derecha peronista y que montoneros era la izquierda de la estupidez. Nunca se me ocurrió que los servicios de información tuvieran izquierda, siempre supimos que la imbecilidad tampoco tiene izquierda sólo no tiene límites. La izquierda de Verbisky es la reivindicación de un suicidio, ahí pierden el poder para la historia, luego perderán las vidas y finalmente el prestigio.Aquella guerrilla que prometía ser heredera del poder de Perón y que yo discutía con ellos respondía “el Viejo ya no entiende” como si los que entendieran fueran ellos.Aquella guerrilla tenía la distorsión castrista, ese guevarismo mediocre que le entrego al continente tantas vidas y ningún poder. Ningún poder nació de esas armas, sólo el suicidio.Ezeiza es la expresión del peor momento en la historia del pueblo, Perón tiene a los de su generación ya cansados y grandes, fueron 18 años de exilio. Fue a buscar en los montoneros, en la guerrilla, con el fin de integrarlos y para lograrlo pone a Juan Manuel Abal Medina como jefe del Movimiento y a Rodolfo Galimberti como jefe de Juventud. Les dio todos los cargos en el peronismo y en el Estado pero la inmadurez sin solución hizo que la pelea con una derecha sin poder de manos del General los devolviera al lugar de la irresponsabilidad. En la dimensión de la coyuntura histórica, como siempre en su gris fábula, no se hicieron cargo de nada.La capacidad no les daba para conducir la Argentina, la realidad les había quedado grande. Y desde ese tiempo se impone la versión colonial de nuestra actual situación. Los derechos humanos de los descendientes impusieron su recuerdo, la destrucción de los bancos asignó su perversa visión del ajuste eterno y desde aquel país al de odian, expulsaron el cuarenta por ciento de la sociedad. Ganaron los ricos y perduran de aquella lucha solamente los deudos. La patria, la política, el destino colectivo, esa vigencia del mañana nunca más se pudo recuperar para los necesitados ni para el conjunto de los ciudadanos.Seguir leyendo:La vuelta de Perón: los 12 muertos de Ezeiza y el anticipo de los años más oscuros y sangrientos de la Argentina